Recap 2025: Aprender, elegir, volver a intentar
18 de diciembre de 2025 • 7 min read
Aprender, elegir, volver a intentar
Introducción
Durante muchos años sentí que estaba apenas fuera de lugar. No desalineado, pero tampoco contenido. Como si mis aspiraciones, mis preguntas y mi forma de mirar el mundo no encontraran eco en el entorno. Este año, por primera vez, algo cambió.
2025 no fue un año de respuestas definitivas. Fue un año de reencuadre: de entender mejor quién soy, desde dónde pienso y qué vale la pena intentar otra vez, incluso sabiendo que puedo perder.
No sentirse raro
Esta vez, por fin, no me siento tan raro.
Y qué bueno no sentirse raro.
No porque haya bajado mis aspiraciones, sino porque empecé a rodearme de gente mucho más inteligente, con estándares más altos, con motivaciones parecidas. Durante mucho tiempo no entendí por qué sentía que no estaba en el lugar que correspondía. Tal vez buscaba un entorno utópico. Tal vez no existe del todo. Pero este año se le pareció un poco más.
Cuando el entorno mejora, el ruido interno baja. Ya no se trata de demostrar nada, sino de estar a la altura de la conversación.
Entender es más importante que saber
Este año confirmé algo que ya intuía: entender vale más que saber.
Saber acumula. Entender ordena.
En tecnología, en economía, en vínculos. La información sin comprensión es frágil. Las certezas sin fundamento son peligrosas. Entender lleva más tiempo, pero evita errores silenciosos. Aprendí a desconfiar de las respuestas rápidas y a respetar las ideas bien pensadas, incluso cuando son incómodas.
Nunca pensé llegar tan lejos
Si soy sincero, nunca pensé llegar tan lejos.
No lo digo con falsa modestia, sino con perspectiva.
Diez años trabajando en tech me dieron algo que siempre quise: libertad. La posibilidad de escribir mi propia historia, sin miedo, sin pedir permiso. No fue una línea recta. Fue acumulación de intentos, errores y decisiones que, vistas en retrospectiva, tenían más coherencia de la que parecía en el momento.
Aprender a esbozar ideas
Este año me di cuenta de algo incómodo: tengo un gran déficit para esbozar ideas.
A lo mejor pienso nitidamente a veces, pero a veces tardo demasiado en ponerlo afuera. Aprendí que no todo tiene que salir terminado. Que bocetar no es fallar, es pensar en voz alta. Y que muchas ideas mueren no por ser malas, sino por no haber sido escritas a tiempo.
El dolor como recordatorio
El dolor —físico o emocional— no siempre viene a castigar.
A veces viene a recordarte que estás vivo, que hay límites, que algo necesita atención. Este año entendí que ignorarlo no lo vuelve más noble. Escucharlo, en cambio, ordena.
Aprender a decir no
Aprendí a decir no.
Dije no infinitas veces.
No a expectativas ajenas, no a urgencias que no eran mías, no a caminos que solo parecían correctos desde afuera. Entendí que poner límites no es perder conexión. Que no toda expectativa merece ser satisfecha.
Los lugares ya no existen
Este año entendí algo melancólico y liberador a la vez: aquellos lugares donde ya estuve, no existen más.
No se puede volver al mismo punto dos veces. Ni a las ciudades, ni a las personas, ni a uno mismo.
Elegir bien a la gente
Aprendí que escoger a la gente correcta es más importante que el esfuerzo que le pongas a algo.
Las personas correctas te ayudan a pegarle en el clavo. Multiplican criterio, no ruido. El esfuerzo mal acompañado se diluye; el buen entorno lo direcciona.
Habilitar sueños
Este año me convertí en mi propio Martin Luther King.
No para convencer a otros, sino para obligarme a habilitar sueños que había dejado en pausa. Entendí que soñar no es ingenuo cuando está acompañado de criterio y trabajo. Es una forma de responsabilidad con uno mismo.
Economía y prediction markets
Me acerqué más seriamente a la economía y los prediction markets.
No como teoría abstracta, sino como una forma de leer incentivos, probabilidades y sesgos. Aprendí que muchos problemas no se explican por mala intención, sino por estructuras mal diseñadas.
Volver a Europa
Volví a Europa después de diez años.
Sin miedos. Con sueños más grandes.
Viajar sigue siendo un vértigo, pero lo disfruto con mucha pasión, no con temor. La persona que miraba donde pisaba hoy en día camina mesuradamente, pero con mucha confianza, respetando aquella historia que le habilitó la libertad.
Docendo discimus
Confirmé algo simple: aprendí enseñando.
Videos en YouTube, ideas compartidas, intentos imperfectos. Explicar no es bajar el nivel; es ordenar el pensamiento. La claridad, entendí, es una forma de respeto.
Principios, riesgo y volver a intentar
Seguí siendo fiel a mis principios, pero abierto a intentar cosas nuevas.
Fallé. Y aprendí algo incómodo: a veces, mientras más perdés, más ganás.
Quizá el aprendizaje más honesto del año fue este: decidí volver a intentarlo, aun sabiendo que podía perder. Apostar con conciencia del riesgo es distinto. Más adulto. Más real. Menos épico, pero más propio.
Conclusión
Si algo me dejó 2025 no fueron respuestas definitivas.
Me dejó criterio.
Criterio para elegir mejor, para decir no sin culpa, para soñar sin ingenuidad y para volver a intentar sin prometerme finales perfectos. Con el tiempo, entendí que eso, más que cualquier logro visible, termina siendo una forma de libertad.